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La zona de confort: nuestra zona ilusoria de seguridad

“A la mente le encanta lo viejo. Con lo viejo la mente se siente muy a gusto porque conoce todas las respuestas, no se siente impotente, no ve que tenga que elegir entre esto o lo otro. Conoce la respuesta adecuada sin lugar a dudas. La mente no quiere que entres en contacto con lo nuevo; quiere que sigas dándole vueltas a lo viejo.

 

La meditación es justo lo contrario de la mente. Si la mente se limita a lo viejo, la meditación es una exploración de expansión del universo entero. El meditador quiere llegar a lo nuevo a cada momento, porque con lo nuevo se agudiza su inteligencia y solo con lo nuevo se renueva.

 

En la Revolución Francesa…estaba la prisión más grande de todas, la Bastilla. Los revolucionarios consideraron algo prioritario abrir las puertas de la Bastilla y liberar a aquellos miles de prisioneros. Pensaron que iban a hacer algo grandioso. No podían esperar la reacción de los prisioneros: se negaron.

Los revolucionarios no daban crédito.

 

-Vamos a concederos la libertad y tenéis miedo, como si fuéramos a mataros..

Y los prisioneros dijeron:

-Así nos sentimos…como si fuerais a matarnos. Aquí estamos estupendamente. Lo sentimos pero no podemos adaptarnos a vuestros deseos es demasiado tarde.

Pero los revolucionarios no hicieron caso a los prisioneros; los desencadenaron, les quitaron los grilletes, los obligaron a salir con la misma violencia con la que entraron.

Muchos prisioneros no podían abrir los ojos porque no soportaban la luz. Sus ojos se habían debilitado al vivir en la oscuridad.

Los revolucionarios obligaron a salir de la Bastilla a casi tres mil presos.

 

No había nadie para recibirlos y deambularon por la ciudad como muertos, casi como fantasmas.

Al caer la noche casi todos habían vuelto a la prisión, enfrentándose con los revolucionarios que intentaban impedirles la entrada.

 

Dijeron:

 

-No podemos vivir ahí fuera ¿Quién va a darnos de comer? ¿Quién va a cuidar de nosotros, quién nos va a atender, a darnos un techo, ropa? ¿Quién se va a hacer responsable de todo eso? ¿Vosotros?

 

Y lo más sorprendente que dijeron fue:

 

-No podemos dormir sin cadenas y grilletes, nos hemos acostumbrado tanto a ellos que parece que nos falta algo. No podemos dormir, lo intentamos por el día debajo de unos árboles, pero si no sentimos la carga, el peso de las cadenas en los pies y las manos, no podemos dormir.

 

Finalmente los revolucionarios también reconocieron su problema. No habían pensado que el hombre se adapta a cierta situación y entonces se convierte en su territorio, en ese territorio se siente cómodo y a gusto.”

 

 

La pasión por lo imposible de Osho